Algunas veces el azar actúa con una puntería admirable. En Ciutadella, en Menorca, en una librería acogedora y bien surtida de segunda mano, descubrí un libro de Cees Nooteboom que trata en parte de su vida en la isla, Lluvia roja, traducido a un límpido español por Isabel-Clara Lorda Vidal, y la lectura fue así más provechosa, y todavía más placentera, porque estaba descubriendo Menorca con mis propios ojos y con mi asombro de recién llegado y al mismo tiempo a través del testimonio de quien la conoce, literalmente, como la palma de su mano. Desde hace más de cuarenta años Cees Nooteboom tiene una casa en Menorca y pasa en ella los veranos, en un estado de perfecto retiro, dedicado a dos tareas que se completan muy bien entre sí, la escritura y el cuidado de un huerto. El trabajo de escribir exige una inmovilidad insalubre y un ensimismamiento prolongado en cosas que no existen. La inmovilidad ha de ser compensada con ejercicio físico; el ensimismamiento en lo inventado o en lo invisible, con la compañía franca e igual de otros seres humanos, y con la dedicación a ocupaciones prácticas que exijan una atención activa al mundo real, a ser posible el uso diestro de las manos: la jardinería, la cocina. La carpintería también parece aconsejable, pero quizás es más propia de escritores americanos, porque requiere talleres o cobertizos, un vigor físico y unas posibilidades espaciales raramente accesibles a literatos europeos.
[...]
16 Comments
Como menorquín y lector de Cees Nooteboon me siento muy agradecido por su artículo , realmente espero que vuelva a la isla. Saludos.
” … Irse tan lejos casi exclusivamente para darse luego el lujo de volver … ”
Quizá sea cuestión de artesanía, Antonio. Tal vez de maestría, azar o puntería. Ahora bien, describir de regreso una isla tan rematadamente idílica como Menorca al modo que Cees Noteboom nos cuentas que revela en su Lluvia roja, no es tan solo un relato al más puro estilo homérico. Es toda una fábula que se va filtrando sobre esta tierra de Ida y Vuelta así como caída del cielo de septiembre.
Qué lujo de texto.
Y de instantánea en perfecto estado de equilibrio ecológico.
…Geológica, equina y literalmente hablando, claro :)
” [...] Desde la ladera de la colina, en aquel lugar rocosa y empinada, se desprendió una granizada de pedruscos que cayó dando saltos y rebotando por entre el arbolado. Instintivamente me volví en aquella dirección y vi una silueta que con gran rapidez iba a ocultarse tras el tronco de un pino. Lo que fuera, oso, hombre o mono, no podía decirlo con certeza. Me pareció adivinar que era una figura oscura e hirsuta. No pude ver más. Pero el susto que me produjo aquella aparición me dejó inmovilizado. [...] ”
R.L. Stevenson
“La isla del tesoro”
– XV. El hombre de la isla –
Traducción de Nicanor Ancochea
Biblioteca Básica Salvat de Libros RTV (1970)
Ya había descubierto Menorca, pero no a Cees Nooteboom, que es una delicia leer. Así que gracias por la recomendación.
De cualquier forma estoy aprendiendo que hasta las declaraciones de amor pueden ser leídas con gesto torcido. Los extranjeros tienen que andar con mucho cuidado, pero mucho cuidadito, como si anduvieran posando la pies en un campo minado, cuando hablan de España. En la página de acá atrás el buen Malaquías ya determinó, después de haber leído un parrafito así cortito, que estos “europeos ricos del norte” vienen aquí a mirarnos como a bichitos exóticos, a elucubrar teorías del buen salvaje y a imitar a los pintoresquistas del XIX, cosas todas que a él lo ponen enfermo. Y eso que Nooteboom empezó diciendo que amaba España. Si llegaba a decir que le parecía un país como otro cualquiera, uno del montón que a él le daba igual que cualquier otro, madre mía, no quiero ni pensar!
Ay ay ay.
Yo sigo leyendo El desvío de Santiago, que me permito recomendarles vivamente.
Yo tengo un libro de CN que me gusta mucho, “Tumbas de poetas y pensadores”. Con fotografías de eso que dice el título, de sus “muertos amados”, como dice CN
” … y con la dedicación a ocupaciones prácticas que exijan una atención activa al mundo real … ”
” [...] P. También dice su personaje que lo más importante es el momento de la entrada en el escenario.
R. Ella dice que así como te presentas ante el público es como te presentas en la vida. Y Callas le da el ejemplo a una alumna: ‘Si un hombre entra a tu baño sin llamar, ese hombre es un cerdo’. Y la vida entera demostrará que es un cerdo’. La entrada es una manera de decir no ‘aquí estoy’, sino ‘cómo soy’. Si entra un rey tiene que entrar un rey, no puede entrar un actor con un disfraz, con una peluquita. Tiene que entrar un rey. Puede ser bajito, enorme, puede tener barba, puede ser pelado, no importa. Pero tiene que ser un rey. ¿Cómo lo es? Desde adentro, no hay otro lugar. No hay otro lugar para contar.
Callas también dice cosas muy bellas en el discurso final: ‘Cuanto más envejezco menos sé de la vida, pero sé que lo que hacemos sirve’. El arte, está hablando del arte. ‘No se caerá el sol porque no haya más Traviatas. El mundo seguirá girando, con o sin nosotros, pero hemos hecho de este mundo algo más bello y más sabio gracias al arte’. Es verdad, yo lo creo.
P. ¿Qué es para usted un buen actor?
R. A mí lo que me interesa de un actor, como espectadora, es no ver al actor, ver al personaje. No darme cuenta ni cómo lo hizo, ni qué hizo, ni si se parece o no a ese personaje que estoy viendo. En ningún momento ver al actor.
P. ¿Cómo se consigue actuar cada noche sin que la rutina mate el talento?
R. Eso es lo más difícil de este hermoso oficio: hacer todas las noches ese inventito de interpretación y que no sea repetir como un loro lo que hiciste la noche anterior. Si un pintor tuviera que pintar el mismo cuadro todas las noches a las nueve tendría que empezar a encontrar muchísimas cosas para poder hacerlo. Y eso es algo de lo que yo me preocupo muchísimo y lo hablo con mis compañeros profesionales. Es complicadísimo que no se arme rutina. Y estamos muy contentos con este elenco de Master class, que es maravilloso, porque hemos logrado mucho de eso. Nos salen funciones mejores que otras, o que nos gustan a nosotros más que otras. Pero rutina, no.
P. ¿Cómo lo han conseguido?
R. Yo les propongo a los actores no torcer el rumbo, pero no caminar el mismo pasto. Y tiene que ser algo tan cuidadoso, que no termines tocando otra melodía. Pero sí que te sorprenda mínimamente. Y, sobre todo, no perder nunca algo que en el teatro es tan imprescindible como en la vida: escuchar al otro. Y otra cosa muy compleja: incorporar todo lo que tiene el teatro, desde el maquinista entre bastidores, al telar de arriba, a la luz que tenés ahí, al compañero que está por entrar, al público que está sentado ahí y a la señora que se mueve por allá. Todo hay que incorporarlo como parte de la actuación. Si lo ponés afuera te pelea en contra. El público te ayuda mucho, tira tu energía, está trabajando como estás trabajando vos. [...] ”
Francisco Peregil
“Magia sobre el escenario.
La actriz argentina Norma Aleandro inicia
en España una gira con la obra Master Class, que
recrea las enseñanzas de Maria Callas” (El País, Babelia del 28/09/13)
” [...] Pero cuando asciende poco a poco el volumen del réquiem, cuando el coro se dispone a proclamar que toda la carne es como hierba y que los días del hombre sobre la tierra no son nada, precedido por el crescendo de los timbales y las cuerdas, acompañado por los vientos que un poco después invocarán las trompetas de la resurrección de los muertos, la música retumba en la explanada y en los soportales del Lincoln Center, en los que muchos espectadores nos hemos refugiado de la lluvia, resuena en los muros escalonados de ladrillo y en las fachadas verticales de cristal, anegando los ruidos del tráfico, arrastrándolos como una inundación que se lleva consigo todo lo que encuentra a su paso y lo convierte en parte de su mismo caudal: los golpes de timbales, las voces del coro de los hombres y las del coro de mujeres estremecen con una fuerza simultánea de ascensión y derrumbe, de fin del mundo y llamamiento a la resurrección, y no importa que uno no crea en otra vida para que esa música lo arrebate con la emoción de lo sagrado, igual que no importa que suenen al mismo tiempo las sirenas, que esté lloviendo, que los coches se arremolinen haciendo sonar los cláxones en un atasco de tráfico. [...] ”
AMM
“Ventanas de Manhattan” (Seix Barral, 2004)
Otro lujo insular de primera magnitud.
Unido al privilegio que supone (intentar) aprender cada día un poco, desde este remanso internético y babélicamente alucinante. Gracias :)
mgc,
Tengo unos cuantos libros de Nooteboom y ese es uno de ellos. Él colecciona tumbas de escritores famosos como yo colecciono, humildemente, pequeñas biografías de escritores suicidas. Una de las entradas que más me gusta es la de Graves. Estuve allí hace unos años viendo la tumba tan sencilla. Alguien, mientras estaba el cemento aún fresco, escribió, poeta. Pasé un rato allí a solas mientras mi familia paseaba alrededor de la iglesia y miraba el mar. Luego fuimos a visitar su casa a las afueras del pueblo. Parecía que acabara de salir a uno de sus paseos. Todo estaba en el lugar que debía estar, quitando la vitrina en la que se mostraban las primeras ediciones de sus libros. O la fotografía de su hijo muerto en la Segunda Guerra Mundial, con tan solo dieciocho años. Recordando la noticia que les llegó a sus propios padres, a los que erróneamente les llegó la noticia de su muerte en la Primera.
Cees Nooteboom acaba de cumplir ochenta años. Ojalá dure otros tantos.
Albertiyele,
Desvío a Santiago es otro. El título viene a cuento porque aunque su destino es efectivamente la capital de Galicia, se desvía en un sinfín de caminos para visitar otros tantos sitios que no tienen mucho que ver. El caso es que lo que cuenta y cómo lo cuenta es siempre un placer para la lectura.
Debe ser muy gratificante ese regreso temporal, a la isla o a la ciudad, que tienen algunos escritores. Y debe serlo porque de ese reencuentro surgen textos hermosos, gratificantes para, en este caso, el lector.
Cees Nooteboom y Menorca, Muñoz Molina y Nueva York, Joseph Brodsky y Venecia… convierten a su ¿segunda? residencia en lugares que dan a conocer, a su hermosa manera, al resto de los mortales.
Hermi,
Ayer, en la página de atrás, o tal vez la anterior, te dejé un mensaje agradeciéndote la recomendación. A vos y a nuestro anfitrión. Y hasta copié un pequeño párrafo que me pareció un homenaje a esta tierra que Cees Nooteboom quiere tanto. Pero hubo a quien no le gustó. Creo.
:-/
Albertiyele,
No lo había visto.
Recordaba ese pasaje que has transcrito. Y es común en muchos escritores y pensadores que han pasado por estas tierras. El mismo Graves, Brenan y tantos otros.
Me alegro mucho de que te esté gustando.
” … Desde hace más de cuarenta años Cees Nooteboom tiene una casa en Menorca … ”
” [...] Mientras jugaban al skat la charla era bulliciosa y era interrumpida constantemente por exclamaciones, amenazas en broma que tenían que ver con el juego, risas. Después se hizo más seria y personal. Habían estado bebiendo una cerveza local llamada Moose, pero cuando terminó la partida Lawrence se fue al camión y trajo cerveza de Ontario, que se consideraba que era mejor. La llamaban ‘el género importado’. La pareja dueña de la casa de huéspedes se había ido a la cama hacía mucho rato, pero los trabajadores y Lydia estaban sentados en la cocina como si ésta perteneciese a uno de ellos, bebiendo cerveza y comiendo algas marinas rojas. [...] ”
Alice Munro
“Las lunas de Júpiter” (1982)
‘Alga marina roja’
Traducción de Esperanza Pérez Moreno
Debolsillo, 2010
” [...] Me detuve de nuevo y le pregunté:
–¿Quién eres tú!
–Ben Gunn -me dijo, con voz ronca, como el rechinamiento de una cerradura enmohecida-. Yo soy Ben Gunn, el pobre Ben Gunn. Hace tres años que no hablo con un cristiano. (…)
–¡Tres años! -exclamé-. ¿Naúfrago?
–No, compañero -me contestó-; fui abandonado en esta isla, marooned.
Esta última palabra la había oído yo otras veces y sabía que se daba a un horrible género de castigo frecuente entre los bucaneros. El condenado era conducido a tierra con un poco de pólvora y municiones, abandonándosele en alguna isla lejana y solitaria.
–Tres años hace que me dejaron aquí -prosiguió-. Y desde entonces he vivido de cabras, frutos y ostras. Dondequiera que esté, el hombre siempre puede arreglárselas para sobrevivir. Pero ya tengo ganas de comer como un cristiano. ¿No tendrás un trozo de queso? ¿No? ¡Cuántas noches he soñado con el queso, tostado casi siempre! Luego despertaba y me veía aquí.
–Si logro volver a la nave -le dije-, tendréis queso en cantidad. [...] ”
R.L. Stevenson
“La isla del tesoro” (Capítulo XV.’El hombre de la isla’)
” [...] No entendían los cabreros aquella jerigonza de escuderos y de caballeros andantes, y no hacían otra cosa que comer y callar, y mirar a sus huéspedes, que, con mucho donaire y gana, embaulaban tasajo como el puño. Acabado el servicio de carne, tendieron sobre las zaleas gran cantidad de bellotas avellanadas, y juntamente pusieron un medio queso, más duro que si fuera hecho de argamasa. [...] ”
(Capítulo XI.’De lo que sucedió a don Quijote con unos cabreros’)
A propósito de pigmentos literarios y de inspirados quesos :)
” … El tiempo del retiro fértil, del ‘trabajo gustoso’ a la manera de Juan Ramón Jiménez, ha sido el de la escritura, pero también el de las labores en el huerto … ”
” [...] ¡Isla de gracia, de frescura y de dicha, edad de oro de los niños! [...] ”
JRJ
“Platero y yo” (1916)
‘Prologuillo’
” [...] Su propio amor por la arquitectura tenía una parte de ensimismado entretenimiento infantil. Le gustaba recortar y plegar; los ángulos flexibles de una caja vacía de medicinas le provocaban una inmediata felicidad táctil: formas puras tan perceptibles para las yemas de los dedos como para los ojos; ángulos, escaleras, esquinas. Qué rara la invención de la escalera, la idea de algo tan ajeno a cualquier inspiración en la naturaleza, el espacio plegándose en ángulos rectos, una sola línea quebrada sobre un papel en blanco, tan ilimitada en principio como una espiral, o como esas dos líneas paralelas cuya definición le había subyugado en la escuela: ‘…que por mucho que se prolonguen nunca se encuentran’. (…)
(…) y era más hábil que nadie para trazar la línea de un muro con los ojos guiñados y sin más ayuda que la de un cordel y una plomada. Yendo de niño con su padre había aprendido el esfuerzo físico que exigía cada cosa, cada palmo de cimiento excavado, de tierra removida, cada adoquín y cada sillar en su sitio preciso, cada ladrillo en su fila idéntica. Todo era fácil, deslumbrante en el plano: las líneas de tinta y las manchas de acuarela culminaban un edificio en un par de tardes de trabajo gustoso, inventaban completa una ciudad en unos pocos días. (…)
La perfección que sólo unos años antes le habría parecido indiscutible ahora lo inquietaba por su reverso de frialdad, sobre el que parecía que la presencia humana resbalaría sin dejar rastro. Amaba el hormigón armado, las láminas extensas de cristal, el acero firme y flexible, pero sentía envidia ante un talento y una destreza inaccesibles para él si veía a un lado de un camino la choza del guarda de un melonar hecha con una urdimbre de paja y cañas de acuerdo con un arte que ya existía cuatro mil años atrás en las marismas de Mesopotamia, o un simple muro levantado con piedras de tamaños y formas diversas que se ajustaban sólidamente entre sí sin necesidad de argamasa. No había plano tan perfecto que permitiera descartar la incertidumbre. Sólo la prueba del paso del tiempo y de la acción de los elementos revelaba la belleza de una construcción, ennoblecida por la intemperie y gastada por el tránsito de las vidas humanas igual que el mango de una herramienta o que los peldaños de una escalera. [...] ”
AMM
“La noche de los tiempos” (Seix Barral, 2009)
” [...] Bajo las ramas del granado, en el espacio umbrío donde está la alberca en la que lavamos la hortaliza y la fruta a la caída de la tarde, mi padre y yo desayunamos con la primera luz de la mañana, cuando el sol aún no ha remontado los cerros del este y corre una brisa fresca y casi húmeda que levanta un rumor suave en las hojas de los árboles y trae consigo los olores limpios y precisos de la vegetación, de la tierra y del agua: el olor de las ovas en la alberca, el de las hojas ásperas y la savia picante de las higueras, el de las hojas tiernas y empinadas en el fresco día de las matas de tomates que ya están rojos, y que es preciso recoger a esta hora tan temprana del día, porque si se hace un poco más tarde el calor ya los habrá reblandecido y se aplastarán fácilmente. Es la hora de regar la tierra, para que el agua no se evapore demasiado pronto, y también la de cortar delicadamente los pimientos y las berenjenas en sus matas, y la de tantear con cuidado los higos a ver si ya están maduros, aunque puede saberse sin tocarlos, me explica mi padre, tan sólo por su color más oscuro y por el olor dulce que despiden, y por el modo en que su peso hace que se doblen en las ramas, en vez de permanecer tiesos sobre ellas, como cuando todavía están verdes. Hay que explorar las matas de pepinos, y que buscar entre las hojas enormes el verde oscuro y la curva lisa de las sandías, el amarillo o el verde de lomo de lagarto de los melones: el fruto es muy pesado, y el tallo que lo une a la mata muy frágil, de modo que hay que actuar con mucho cuidado, para no arrancar un melón o una sandía que no estén en sazón y serán desperdiciados. El verano es la estación de los frutos más opulentos y dulces, pero no basta haber cuidado las plantas a lo largo del año, haber escogido las mejores semillas, podado los árboles, labrado y estercolado la tierra: también hace falta una delicadeza última a la hora de la cosecha, una aproximación cautelosa que empieza por la mirada atenta y el olfato, por la observación de matices de color y síntomas de gravidez que sólo el ojo adiestrado percibe y que la mano secunda con una diestra sutileza, con una determinación que tiene algo de caricia. Hay que espantar a los pájaros, tan certeros en calibrar la sazón exacta de las frutas que les gustan, y hay que mantener a raya a los diminutos parásitos, a los grillos y a las curianas que anidan en el espesor fresco de las matas de tomates y se alimentan de ellos, a los escarabajos de caparazón rayado que ponen sus huevos en el envés de las hojas de las berenjenas y las patatas y pueden comérselas enteras con su mordedura ínfima y tenaz. A los gorriones les gustan las cerezas y vuelan en bandadas a picotearlas en cuanto empiezan a estar rojas y dulces, pero no prestan atención a los albaricoques, cuya pulpa naranja atrae tanto a hormigas y avispas. Cuando yo era más pequeño mi padre me mandaba a patrullar bajo las higueras, los cerezos y los ciruelos agitando un cencerro enorme de vaca para asustar a los pájaros, o me hacía recorrer las hileras de patatas, de berenjenas y pimientos buscando los escarabajos y echándolos a un cubo mediado de agua que llevaba conmigo. Cuando había muchos en el cubo, lo volcaba sobre una zona dura y seca de tierra y los espachurraba a pisotones, y empezaba de nuevo. [...] ”
AMM
“El viento de la Luna” (Seix Barral, 2006)
” … El tiempo del retiro fértil, del ‘trabajo gustoso’ a la manera de Juan Ramón Jiménez, ha sido el de la escritura, pero también el de las labores en el huerto … ”
Un lujo auténtico.
Isla del retorno.
Hermi,
El cementerio en el que yace Graves es el más lindo que haya visto nunca. De hecho lo visito cada vez que voy a Deià. Últimamente he visto que sobre la tumba de Graves (que alguien me dijo que tiene esa palabra, “Poeta”, porque así lo pidió él) siempre hay algún libro. Es precioso el pueblo, colgado de la Sierra, con sus casas de piedra y sus buganvillas florecidas, es preciosa la casa de Graves, Ca
Hermi,
Se me fue el dedito al “deje un comentario” antes de tiempo: decía que es preciosa la casa de Graves, y curioso su nombre: Ca n’Alluny. Como un guiño a sus vecinos mallorquines, que suelen “bautizar” sus casas con sus nombres; ese “Can Fulano” viene a ser algo así
como “la casa de Fulano”. Y como su casa estaba apartada del pueblo, lejos, el inglés Graves nombró a su casa con esa especie de broma: “la casa de Allá lejos”.
:-))
” … Yo era un recién llegado … ”
” [...] En Degas, por el contrario, lo que atrae es el desasosiego del tiempo, la movilidad de las personas y de las cosas, percibidas en la agitación de la vida urbana, en la incertidumbre de nuestras percepciones, en la agitación incesante que lo modifica todo y que nos impide una visión ordenada y central, cualquier sensación de permanencia.
Cada escena de Degas tiene algo de celebración y nostalgia de un instante a la vez común y misteriosamente memorable: una conjunción de personas o figuras que ocurre una sola vez y muy rápidamente, que apresa la mirada de un espectador, que permanece luego intacta y frágil en el cuadro. La ventana de las pinturas del Quateoccento era un rectángulo unitario en el que podía encontrarse la suma de todas las cosas necesarias para la comprensión de una escena: en Degas el encuadre puede ser arbitrario, tomado desde un ángulo sorprendente o muy difícil, de modo que la visión resulta inestable, y además fragmentaria; una figura puede estar cortada por la mitad, la acción en apariencia más relevante puede no ser visible, como una escena de una película que sólo fuera captada en parte por la cámara: también como esas escenas de la vida de las que somos testigos a veces por la calle, o cuando vamos en un coche o en un tren y nuestras visiones o descubrimientos están severamente limitados por la velocidad y la distancia. [...] ”
AMM
“El atrevimiento de mirar”
‘Las ventanas de Hopper’
Galaxia Gutenberg — Círculo de Lectores (2012)
” [...] —Tú eres Barea, ¿no? [...] ”
Arturo Barea
” La forja de un rebelde III ” (1951)
‘La llama’
Bibliotex S.L. (2001)
Quienes tengan la inmensa suerte de poder estar hoy en el Hay Festival segoviano… que lo disfrutéis y lo contéis por aquí -por favor- a los que no vamos a poder escuchar a nuestro querido anfitrión en su coloquio de dentro de unas horas. Gracias mil :)
¡¡Mucha suerte, Antonio!! :)
” [...] mientras el rumor de la lluvia pone un fondo de fontana campesina… [...] ”
José Luis Sampedro — “La sonrisa etrusca” (1992)
Albertiyele,
La primera vez que fui a Deiá lo hice en bicicleta desde Sóller. Un paseo absolutamente delicioso. La carretera siempre tiende hacia arriba pero suavemente. Por las pendientes había terrazas de labradores con sus casas rodeadas de árboles frutales y la luz…, la luz era magnífica. Entonces, era el año 91, aún no conocía a Graves. Paseé por el pueblo y escuché casi en exclusiva hablar en inglés. Años después volví y aún me pareció que había más personas de allá. Compré el libro de la que fuera amante de Chpin, Geroge Sand, Un invierno en Mallorca. La mujer habla largo y tendido de la Isla pero esta vez con muy mala pipa.
En fin que para mí sería un destino estupendo para pasar mis últimos cincuenta o sesenta años de vida. :)